Atravesar por una experiencia de psicoanálisis podría parecer una locura, o tal vez la sea. ¿Cómo que hablar sobre nuestra vida -o al menos lo que creemos saber de esta- con un desconocido? ¿Qué sentido tiene eso? ¿A dónde nos podría llevar? ¿En qué posición nos instalamos al hacerlo? Y muchas otras cuestiones aparecen. De entrada, lo más cercano a una respuesta a ellas es que pudiera pasar cualquier cosa. Esa es la apuesta, una en la que nos permitimos producir nuestro discurso y en el transcurso ser sorprendidos, conmovidos y probablemente llegar a un nuevo significante que dé cuenta de nuestro deseo. Es por lo que, a su vez, podría ser complejo dar cuenta de lo que sucede en el análisis, ya que cada uno es singular, por lo tanto, cada sujeto es quien podría hacerlo. Aquí recorreremos algunos relatos compartidos en el libro Tres segundos con Lacan, del análisis de Esthela Solano-Suárez (2021)1, psicoanalista residente en París, miembro de la École de la Cause Freudienne (ECF), así como de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).
Iniciemos con un panorama amplio, pero concreto, que Esthela nos describe sobre su análisis con Lacan:
“Por su manera de operar, el encuentro y la espera del encuentro eran fuente de angustia, al no poder tener una idea de antemano que correspondiera con lo que realmente ocurriría con Lacan; más allá de la regularidad diaria de cada encuentro, no había ninguna forma de rutina. Su práctica se regía por lo imprevisible. Cada sesión era única y en ruptura de la continuidad con la precedente.” (p. 8)
Se sabe expuesta, tomada por la incertidumbre, o al menos con la claridad de que no se trata de seguir un hilo cronológico para analizarse. Está ante su propio tiempo lógico, y es decidir ante eso, ante que hay fuera-de-sentido, y que, a pesar de eso, ella regresaba a sus sesiones, regresaba porque le suponía un saber-hacer a Lacan.
Esthela presenta un sueño importante en su paso por su análisis con Lacan, casi al inicio, uno donde detecta la apertura a una nueva forma de escucharse, una donde el sentido ya no era ensordecedor:
«Se trata de una mujer que venía (venait) a París». Mientras atravesaba el patio hacia la salida de su finca, tan desconcertada como siempre, de repente escuché de otro modo lo que había dicho: «Una mujer que quiere (veut) nace (naît) en París». (p. 13).
Esta es la sesión de tres segundos que da nombre al libro de Solano-Suárez y en torno a esta expone la operación de Lacan de llevarla a dar prueba de su deseo decidido, principalmente de analizarse. En el ve-naitllega a localizar eso que no podía decir, digamos, con sentido, en cambio se presenta velado, reprimido, pero en la superficie. El analista escucha ahí, en aquello que está en la superficie sin ser dicho. Dice Vicente Palomera (2021), en el prólogo del libro que mencionado (p. 3), que el analista participa escribiendo de manera diferente lo que dice el analizante, de tal manera que suene otra cosa de lo que es dicho, haciendo corte ahí con la apuesta de que el analizante se escuche de otra manera.
¿Qué sucede cuando nos encontramos un otro decir en lo dicho, cuando damos cuenta que en el enunciado hay una enunciación? Para Solano-Suárez, fue entrar a una nueva dimensión, como ella lo menciona, una donde sus orejas ya no estaban tapadas por el sentido del lenguaje, lo que le posibilitó escribir otra cosa con lo que decía y re-leerse, no sólo en los significados de las palabras en su discurso, sino también en su consistencia y sonido, y por como estos se pueden tejer, trazar y enlazar de otra forma.
Con esto, es posible decir que estamos tomados por el sentido que el lenguaje ha colmado a nuestro discurso, y con lenguaje se incluye al Otro, a figuras que en su momento nos marcaron, dejaron huella, entregándonos palabras que nosotros le supusimos un significado y que ahora, en un análisis, tenemos la posibilidad de reconocer que ahí hay un sin-sentido, con el cual podemos pasar a otra cosa, a hacer, a, de cierta manera, apropiarnos de nuestra vida, de caer en cuenta que hay significantes más que significados.
A partir del testimonio de Solano-Suárez, también es localizable que el discurso analítico y su práctica, a diferencia de los ejercicios terapéuticos llevados a cabo por las disciplinas psicológicas -donde existe el consejo, las herramientas prácticas e instrucciones-, da lugar a un analizante que trabaja para articular su saber y no una verdad impuesta que vuelve a taponar y recubrir aquello que el paciente tal vez no quiera que sea escuchado y que guarda su deseo inconsciente. Incluso, el análisis, como dice Lacan en el Seminario 25, “no consiste en que uno esté liberado de sus síntomas (“sinthomes”). El análisis consiste en que se sepa por qué se está enredado en eso: eso se produce debido a que hay lo Simbólico.”2 En el análisis no se elimina o se acalla un síntoma, se le escucha e interpreta, el analista acompaña al analizante a realizarlo, alejándose de sugestiones que alejen al sujeto de su trabajo.
Es conocida la frase de Lacan “el inconsciente está estructurado como un lenguaje”, esto implica que el inconsciente se realiza en el habla, al hacerlo produce escrituras, cifra, produce cosas que el yo del analizante no ha escuchado aún. El analista busca escuchar eso, es ahí donde está esa singularidad con la que se le habló al sujeto, al mostrársela se le invita a analizarse, a dar cuenta que hay algo más por escuchar. Esto sucede al interior del dispositivo analítico, donde la transferencia aparece, es decir, el espacio en el cual se pone en juego al inconsciente y el analizante se permite apostar por hablar de cualquier cosa ante este desconocido que es el analista.
Patricia Leyack (2017) comenta que Lacan dice que el inconsciente es la hipótesis de que no se sueña sólo cuando se duerme, cuando despertamos, despertamos al sueño del fantasma en el que vivimos, en los sentidos y significados en los que estamos inmersos, nos pasamos la vida soñando. Y afirma Leyack: “El análisis nos despierta de ese sueño continuo. Construirlo, lo que equivale a atravesarlo, es una de las maneras con que Lacan presenta el fin de análisis”. Cabe subrayar que atravesar no es lo mismo que destruirlo o vivir fuera de, es recorrerlo, pasar por este, encontrar el lugar que se tiene como sujeto en ello, en esa escena, en la que tal vez nos quedemos sin palabras, ya que es imposible que todo sea dicho, es ahí donde Solano-Suárez (2021) nos recuerda que “el deseo anida en los efectos del lenguaje y en ello es solidario del sujeto que habla, el cual en el acto de la palabra experimenta su propia división y su falta en ser.” (p. 44)3
En tres segundos nos podemos sorprender, conmover, sacudir, y sobre todo abrirnos a que en nuestro discurso podría haber otras cosas que no hemos escuchado, y que no se trata de que se nos diga una respuesta, una supuesta verdad que nos apacigüe y que por lo mismo nos haga darnos la vuelta a lo que intuimos está ahí en lo que no hemos escuchado. Es la apuesta de un análisis, de leer la escritura del inconsciente.
Contacto: ivanramos@actoanalitico.com
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